Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y por los siglos. Heb 13:8
Muchos de nosotros hemos escuchado infinidad de predicas en este año acerca del Hijo de Dios, Jesucristo. Hoy no es la excepción, además que importa si oímos una y otra vez repetidamente las cosas tocantes al “Rey”-Las repeticiones que conciernen a Cristo son mejores que la variedad de cualquier otro tema. Hay quienes les gusta escuchar y leer una y otra vez acerca del Che- Guevara, que las novedades de cualquier otra persona, así también podremos afirmar en lo tocante a nuestro Señor Jesús, que preferimos oír repetidamente las preciosas verdades que lo glorifican, que escuchar los más elocuentes y solemnes discursos sobre cualquier otro tema en todo el mundo.
Hay unas cuantas obras de arte y maravillas de la creación que podríamos contemplar cada día de nuestras vidas sin cansarnos. Todo el que ha contemplado el mar sabe que no importa cuántas veces lo mires, aunque precisamente sea el mismo objeto, hay nuevos tintes, nuevos movimientos de olas, nuevos destellos de luz que proporcionan a las olas un encanto diferente cada vez que lo ves. Lo mismo sucede con nosotros cuando meditamos en las escrituras, las verdades del Evangelio siempre contienen frescuras.
En nuestro verso a meditar, hemos de notar primero el nombre personal de nuestro Señor. Jesucristo, notamos en segundo lugar, su memorable atributo; “Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos”
Primero, entonces, notemos los nombres personales de nuestro Señor mencionados aquí JESUS CRISTO.
Jesús está primero. Ese es el nombre hebreo de nuestro Señor: Jesús o su equivalente en Hebreo Josué. La palabra significa “Un Salvador”, porque El salvaría a su pueblo de sus pecados. Siendo todavía un infante sostenido en el pecho de su madre, fue reconocido como El Salvador, pues el solo hecho de que Dios encarnara fue el compromiso seguro, la garantía de la salvación humana. Al pensar simplemente en el nacimiento la virgen canto “Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” Luc.1:47. Hay esperanza de que el hombre se ha elevado hasta el cielo, cuando Dios condesciende en bajar hasta el hombre. En el pesebre Jesús merece ser llamado Salvador, pues cuando puede decirse “he aquí el tabernáculo de Dios con nosotros, y El morara con ellos” Jun. 1:14.
Él fue llamado Jesús en su infancia, fue como Jesús que subió con sus padres al templo y se sentó en medio de los doctores, oyéndoles, preguntándoles pero la mayor parte ensenándoles. Imagínate por un instante a Jesús como un niño esparciendo con su mano infantil las semillas de la verdad, los elementos de una gloriosa libertad que quitara de la mente humana las cadenas de hierro que los ata a las falsas filosofías y falsas doctrinas religiosas.
Jesús es llamado así comúnmente tanto por sus amigos como sus enemigos, es como Jesús, el Salvador, que sana a los enfermos, que resucita a los muertos, salva a Pedro del hundimiento y que rescata del naufragio a la barca sacudida sobre el mar de Galilea. En todas las enseñanzas de su vida adulta en esos tres años de diligente servicio tanto en su ministerio público como en su oración privada El sigue siendo Jesús, El Salvador; El dejo muy claro que el Hijo del hombre vino a buscar y salvar a los que se había perdido.
Si su sangre nos redime de la culpa del pecado, Su vida nos muestra cómo vencer su poder. Si por su muerte en el madero, El aplasta a satanás por nosotros por su vida de santidad Él nos ensena como aplastar la cabeza del dragón en nosotros. Él es el Salvador como un bebe, El Salvador como un niño y El Salvador como un hombre que trabaja con gran esfuerzo, que labora y que es tentado.
Pero el resalta más claramente como Jesús cuando muere en la cruz; fue llamado así en un escrito en el cual el autor dijo; “Lo que he escrito, he escrito”Jn.19:22 pues, sobre la cabeza del moribundo se lee; “JESUS NAZARENO REY DE LOS JUDIOS” Jn.19:19. En las tres lenguas de mayor importancia en aquella época, para que así todo el mundo lo leyera y de la misma manera para que se diese a conocer que la Salvación no solamente fue para los judíos sino que también a los gentiles. Allí en la cruz, Él era preeminentemente El Salvador, siendo hecho una maldición por nosotros, para que nosotros fuésemos hecho justicia de Dios por medio de EL. Después de haber visto y escuchado la agonía de muerte de su Maestro el apóstol amado dijo: “Nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, El Salvador del mundo” 1 Jn.4:14
En el mismo calvario de la cruz se vio que a otro salvo, aunque, por causa del amor hacia con nosotros “así mismo no se pudo salvar”. Cuando fue llevado a sentir la ira de Dios a causa del pecado, y sufrió dolores desconocidos como nuestro sustituto, cuando atravesó la densa oscuridad y el ardiente calor de la ira divina, entonces, Él fue de acuerdo a las escrituras; “El Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen en EL”1 Tim.4:10. Así es, en el madero es que Cristo es primordialmente El Salvador, Jesús nos saca del horrible hoyo en que estamos caídos, nos saca de la arcilla cenagosa por la eficacia de su sacrificio expiatorio, y entonces poniendo nuestro pie sobre la roca firme por el poder de sus méritos, Él nos guía el camino hacia la perfección y así Él es un Salvador tanto en la vida como en la muerte.
Todavía aún más, con el nombre de Jesús, nuestro Señor resucito de los muertos, en su aparición en el huerto a Magdalena y en su manifestación a los discípulos cuando estaban reunidos, Él fue siempre Jesús para todos ellos. La Salvación está más vinculada con el Cristo resucitado, porque por su resurrección lo vemos destruyendo a la muerte, derribando la prisión del sepulcro y llevándose como otro Sansón las puertas de la tumba. Él es un Salvador para nosotros pues ha vencido el último enemigo, para que nosotros habiendo sido salvados del pecado por su muerte, seamos salvados de la muerte por su resurrección.
Jesús es el título con el cual EL es llamado en gloria, pues “A este, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” Hch.5:31. Lo adoramos como nuestro único redentor, salvador e intercesor cualquier pensamiento de Dios, fuera de Jesús como nuestro Salvador, no es más que pura mentira.
Como Jesús vendrá y nosotros estamos “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Señor Jesucristo”. Nuestro clamor diario es “Si, ven, Señor Jesús”. El nombre de Jesús es por el cual es conocido en el cielo a esta hora. Así le sirven los ángeles y cumplen sus órdenes, pues Él le dijo a Juan en Patmos: “Yo Jesús he enviado a mi ángel para daros testimonio de estas cosas”…Apoc.22:16. Los ángeles profetizaron su venida bajo ese nombre, vinieron a quienes estaban mirando a lo alto, y le dijeron: “Varones galileos porque estáis mirando al cielo, este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros hacia el cielo, así vendrá como le habéis visto ir hacia el cielo”. Hch.1:11; Bajo este nombre las fuerzas de satanás tiemblan y temen, pues acaso no dijeron: “a Jesús conozco y se quién es Pablo, pero vosotros quienes sois”.Hch.19:15.
“Jesucristo es el mismo hoy” nos dice el texto en otras palabras el nombre de Jesús es el mismo hoy como también es su persona. Entonces Él es El mismo hoy como lo ha sido para nosotros en el Pasado. Su corazón esta tan lleno de amor, y esta tan dispuesto a llorar sobre nuestro cuello como cuando venimos por primera vez y buscamos el perdón de nuestro Padre una y otra vez. Jesús será mañana lo que ha sido ayer y es hoy. Nuestro Señor Jesucristo no cambiara en ningún respecto a lo largo de nuestras vidas.
Esto hace a Jesús inmutable. La inmutabilidad es únicamente un atributo de Dios. Quién es el mismo hoy, ayer y por todos los siglos, tiene que ser divino, entonces, amigo lleva siempre tu adoración a Jesús, arroja tu corona aquel que fue crucificado, adórale como a Dios aquel que resucito, El exige de nosotros que confiemos en El, si Él es siempre El mismo aquí hay una roca que no puede ser movida, construye sobre ella y aférrate sólidamente en ella. Puesto que Él es eternamente inmutable, apóyate en El sin miedo.
Si, Él es siempre el mismo, regocíjate en El, y regocíjate siempre, si alguna vez has buscado una causa por la cual regocijarte en Cristo aquí esta una, pues el no cambia nunca. Si El cambiara, tu gozo podría cambiar con EL; pero si el torrente de tu gozo brota única y exclusivamente de la inmutabilidad de Jesús entonces nunca cesara, regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo regocijaos; hasta que apunte el día y huyan las sombras, hasta que llegue la bendita hora cuando le veamos cara a cara y seamos hechos semejantes a Él, este ha de ser nuestro gozo que “Él es , El mismo ayer, hoy y por todos los siglos” Amen…
Orlando Irias.
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